El 3 de febrero de 2023, un grupo de ex altos funcionarios del gobierno de EE.UU., encabezados por Michael McConnell y John Cogan, becarios senior del Hoover, Christopher DeMuth, becario del Hudson Institute, y Peter Wallison, becario emérito del American Enterprise Institute, presentaron un informe amicus curiae en el caso del Tribunal Supremo de EE.UU. que impugna el programa de alivio de la deuda de préstamos estudiantiles del presidente Biden. Entre los firmantes se encuentran el ex asesor de la Casa Blanca C. Boyden Gray, el investigador senior John B. Taylor, los ex fiscales generales Bill Barr y Michael Mukasey, tres ex directores de la Oficina de Gestión y Presupuesto y otros ex funcionarios del Departamento de Justicia, el Tesoro y la Oficina de Gestión y Presupuesto con amplia experiencia en la administración de la ley federal de asignaciones. El informe se centra en la cuestión constitucional clave que plantea el plan de alivio de la deuda estudiantil del Presidente Biden: ¿El gasto de dinero bajo la supuesta autoridad de una interpretación forzada y descabellada de una ley de gasto del Congreso viola el principio constitucional fundamental de que el Congreso, y no el presidente, tiene el poder de la bolsa?
Se espera que el Tribunal Supremo se pronuncie a más tardar en julio. A continuación figura un resumen del escrito de amicus curiae, y el escrito completo puede consultarse aquí, en el sitio web del Tribunal Supremo.
RESUMEN DE LA ARGUMENTACIÓN
El poder de la cartera es el poder constitucional central y más importante reservado exclusivamente al poder legislativo, lo que le permite ser la principal rama política del gobierno federal. Tan importante es el control del Congreso sobre el gasto que los redactores de la Constitución lo recogieron en dos disposiciones distintas, el único poder «doblemente protegido» del documento. El Artículo I, Sección 8, Cláusula 1, otorga al Congreso (no al presidente) el poder de utilizar los ingresos fiscales para «la Defensa común y el Bienestar general de los Estados Unidos», y el Artículo I, Sección 9, Cláusula 7, establece que «No se sacará dinero del Tesoro sino en Consecuencia de Apropiaciones hechas por Ley». Pero estas salvaguardias no sirven de nada si el poder ejecutivo puede gastar dinero en contra de las intenciones manifiestas del Congreso basándose en interpretaciones improvisadas y descontextualizadas de las leyes de gasto.
En las últimas décadas, los presidentes de los dos grandes partidos han recurrido cada vez más a interpretaciones laxas de las leyes de asignaciones para justificar gastos sin autorización previa del Congreso, incluso cuando éste ha rechazado explícitamente el gasto en cuestión. Esto ha llegado al punto de poner en peligro el principio fundamental del poder del Congreso sobre el dinero.
En este caso se trata de una decisión unilateral del presidente de condonar más de 400.000 millones de dólares de deuda a 43 millones de prestatarios que financiaron sus estudios universitarios con préstamos financiados por los contribuyentes. Se trata de uno de los mayores gastos de la historia del país, llevado a cabo frente a la clara oposición del Congreso y sin el apoyo de ningún principio aceptado de interpretación de la ley.
El hecho de que el gasto en este caso consista en renunciar a los pagos adeudados al Tesoro en lugar de gastar fondos de forma afirmativa carece de importancia jurídica. El Congreso ha dejado claro que «modificar los préstamos directos pendientes (u obligaciones de préstamos directos) o las garantías de préstamos (o compromisos de garantías de préstamos) constituirá una nueva autoridad presupuestaria» (2 U.S.C. § 661c[d][1]). El alivio de la deuda y la concesión de una donación o subvención son indistinguibles desde el punto de vista funcional, jurídico y económico, y ambas forman parte del poder exclusivo de gasto del Congreso.
Este caso ofrece al tribunal la oportunidad de defender la limitación más importante de la Constitución al poder ejecutivo: el poder de gasto del Congreso. Si el tribunal llega al fondo del asunto, debería dejar claro que las leyes de gasto deben interpretarse de acuerdo con las instrucciones del Congreso. El Congreso ha aprobado una ley que exige que sea necesaria una «declaración[] específica» antes de que el poder ejecutivo pueda gastar fondos del Tesoro (31 U.S.C. § 1301[d]). En este caso, el Presidente Biden ha alegado que una ley de 2003 le autoriza a hacer cancelaciones globales de préstamos estudiantiles debido a la emergencia COVID-19. Pero esta ley de dos décadas de antigüedad, la Ley HEROES, promulgada a raíz del 11 de septiembre, fue diseñada «para apoyar a los miembros del servicio en su transición hacia y desde el servicio activo». Limitaba la ayuda a las personas que «sufrieran dificultades económicas directas» como consecuencia de la emergencia. No hay razón para pensar que los estudiantes hayan sufrido más por el colapso del COVID que cualquier otro estadounidense. Además, el presidente ha tomado esta medida a pesar de haber declarado que la emergencia ha terminado efectivamente. Si el presidente Biden puede condonar préstamos a estudiantes, un futuro presidente podría condonar préstamos o deudas fiscales de cualquier grupo político favorecido siempre que haya una «emergencia» de cualquier tipo.
Si este tribunal hace la vista gorda a esta acción presidencial, el ejecutivo tendrá un poder prácticamente ilimitado para gastar. Como ilustra el escrito, eso podría corresponder al rey Estuardo Carlos I, pero no a un presidente de Estados Unidos.